Ríos de tinta se han vertido en cuanto a educación se refiere. Infinidad de metodologías, multitud de herramientas. Muchos son los pensadores, pedagogos, profesores, maestros, psicólogos, científicos, técnicos, y un largo etc. los que han contribuido al conocimiento y a la enseñanza. Pero… ¿y los estudiantes?
Hoy tenemos más herramientas que nunca, acceso a todo el conocimiento que ha construido la comunidad educativa y la sociedad a lo largo de siglos. Hemos aprendido de la experiencia y seguimos haciéndolo. Tenemos todo eso accesible gracias a internet, gracias a construir comunidades internacionales y establecer diálogos sin fronteras (ni físicas, ni culturales, ni de idioma). Además, contamos con la tecnología de nuestra parte con todos los medios que ello conlleva.
Sin embargo, la educación parece más confusa y rodeada de ruido que nunca. Merece la pena que volvamos a cuestionarnos todo, que hagamos una profunda reflexión y devolvamos al estudiante al centro de la educación, de donde nunca debió de haber sido desplazado.
Nos encontramos en una época llena de oportunidades, en un contexto social que demanda de un sistema educativo significativo y de calidad. No sólo porque lo necesitamos si no porque tenemos la obligación de construir una sociedad mejor, aprovechar nuestra voz e influenciar. Aprovechar la oportunidad que está época en la que la tecnología de la información y comunicación nos brinda a través de conectar a todo el mundo es imperativo.
En este contexto encuentro que la educación no termina de esclarecerse, no termina de encontrar soluciones óptimas. La comunidad educativa se sumerge en una oscuridad en la que necesitamos aportar luz. No podemos establecer reglas mágicas, ni métodos únicos. Necesitamos comprender, investigar, ensayar, pero sobretodo establecer un proceso de construcción de experiencias educativas que nos aporten aprendizajes significativos para los propósitos de nuestros estudiantes. Por ello, propongo un diseño de experiencias educativas centradas en las personas a través de la innovación como proceso.
Toda comunidad que quiera gozar de un estado de bienestar digno, equitativo y universal debe fija como pilar un sistema educativo centrado en las personas, en el que el aprendizaje continuo sea la clave del progreso. Todos estamos involucrados de una manera u otra y por ello todos debemos ser partícipes.
Toda la sociedad tiene una dualidad. Por un lado, debe servirse del conocimiento, competencias y habilidades que la humanidad ha desarrollado y transmitido a lo largo de la historia. Pero a la vez debe transmitirlas, protegerlas, construirlas, reinventarlas y moldearlas.
La sociedad son el conjunto de las personas que lo forman. Parece una obviedad, pero esta afirmación categórica nos transmite una gran responsabilidad. Individualmente debemos tomar conciencia de nuestro propio aprendizaje, debemos hacer metacognición para empoderarnos de nuestro propio aprendizaje y a la vez tener la responsabilidad de compartirlo y enseñar a los que te rodean. Cuanto más compartes, cuantas más enseñas, más rico te haces. Sin duda.
Si te focalizas en el desarrollo profesional, podrás ver claramente como las carreras profesionales son ineficientes e insatisfactorias. Por un lado, nos es imposible predecir las profesiones, diría del futuro, pero quizás sean de dentro de ¿5-10 años? Por otro lado, no puedes o es tremendamente irresponsable que dejes en manos de otros tu desarrollo o formación. Lo que necesitamos en una sociedad en la que lo único constante es el cambio y en la que el mundo laboral ya no es el industrial clásico es mantenernos en un estado de aprendizaje continuo. Pero no sólo por tu profesión, si no por tu salud y bienestar. Por ello, por un lado, los entornos profesionales deben construir espacios educativos y establecer conversaciones multidireccionales en las que compartir conocimiento, así como facilitar las herramientas necesarias. Por el otro lado, los trabajadores debemos tomar conciencia y empoderarnos de nuestro propio desarrollo y aprendizaje continuo. Hablaremos de esto en este espacio y de como a través de los procesos de innovación centrados en las personas podemos diseñar experiencias educativas basadas en “lifelong learning” con un entendimiento profundo de las personas que forman parte de tu ella.
En esta línea, es en la que quiero enfocar este espacio. Encontrarás un diseño en blanco y negro, fiel reflejo del estado en el que se encuentra la educación, tenemos muchas luces, pero a la vez hay oscuridad. Por otro lado, encontrarás colores flúor que indican las oportunidades que tenemos en esta época en la que vivimos de globalización y desarrollo tecnológico, así como empoderamiento social.


Por otro lado, te preguntarás porque el icono de la circunferencia pintada a mano.
En primer lugar, te diré que es a mano porque la educación es artesanía, tiene mucho de oficio, de paciencia, de esmero, perfeccionamiento, moldeando y adaptando día tras día. Hay tantos modelos educativos como personas y estudiantes existen. Es una circunferencia porque si entendemos la educación como proceso ha de ser circular y cerrado. Empieza y termina en un mismo punto. Si ponemos como inicio o focalizamos el proceso educativo en una persona te darás cuenta de que a lo largo de su vida en distintos momentos es aprendiz, y en otros es maestro. Estamos en proceso continuo de aprendizaje y a la vez tenemos la necesidad y obligación de educar. Por otro lado, recordemos que la mejor manera de aprender es enseñar. En cambio, si centro el proceso educativo en un método este empieza y debe terminar autoevaluándose para mejorar continuamente y readaptarse.
En la educación considero que no hay un blanco o negro, nos movemos en un precioso abanico de grises que debemos colorear e iluminar.
Por ello, te invito a participar, colaborar y conversar para construir mejores experiencias educativas y ganemos espacios comunes para centrar a las personas en el centro del proceso educativo.
Deja una respuesta