Si hay alguna habilidad o competencia que te haga único e indispensable en tu trabajo, que te ayude a crecer como persona y profesionalmente es sin duda la capacidad de aprender.
Estamos viendo cómo la sociedad cada día va más rápido, los trabajos requieren de conocimientos nuevos y actualizados. El status quo de los puestos laborales es volátil. Pero no nos centremos solo en lo profesional. Como seres humanos, somos sociales y como tales aprendemos, y esto lo hacemos durante toda nuestra vida.
La vida es aprendizaje, cuando dejas de aprender estás muerto.
Tom Clancy
Como persona, quiero aprender (es mi naturaleza y genética), pero en ocasiones es difícil saber qué necesito aprender. No negaré que por salud e incluso ocio, disfrute y gozo es muy enriquecedor dedicar tiempo a aprender lo que te guste y apetezca, sin mayor objetivo. Esto te hace crecer como persona, aumenta tu cultura y bienestar social así como te hace más responsable para con la sociedad. El aprendizaje debe ser multidisciplinar y diverso. Pero vamos a centrarnos en el aprendizaje continuo como habilidad, actitud y aptitud necesaria para todas las profesiones en la era digital.
¿Pero qué ocurre en una sociedad digital en la que la información nos dificulta discernir las fuentes de las que aprender? Vamos a ponernos en el lugar del que diseña una experiencia educativa. Buscamos el aprendizaje continuo de nuestros estudiantes, buscamos estrategias de lifelong learning.
Te enfrentas a los mismos problemas: primero no sabes con total certeza en que formar a las personas en una situación de constante cambio en la que no conocemos con certeza la evolución de las profesiones y/o la sociedad. Segundo, desconoces los intereses de cada uno de tus estudiantes, sus objetivos de vida, sus expectativas y proyectos. Tercero, cada uno aprende de una manera distinta, no todos tenemos el mismo temperamento. Cuarto, no todos se encuentran en la misma frecuencia emocional ni están igual de motivados. ¿Le sumas algo más a la lista?
El problema que se nos presenta como profesionales de la formación es: diseñar experiencias educativas significativas que aporten valor para el aprendizaje continuo de los estudiantes.
La solución o mejor dicho la búsqueda de la misma, viene desde la aplicación de metodologías de innovación como puede ser design thinking que centran la solución como punto de partida en el estudiante a través de la investigación y entendimiento profundo de las personas.
De esta forma primero entendemos al estudiante, haciendo un ejercicio de empatía casi íntimo. De cómo hacer este análisis puedo hablarte por aquí.
Una vez tengamos un entendimiento profundo del estudiante, de su día a día y sus circunstancias podemos comprender mejor cómo llegar a ellos y facilitar o aplicar una metodología educativa conveniente. Casi persona a persona.
Pero además, cuando hablo de estudiar, comprender y centrarnos en el estudiante en educación nos deberíamos de centrar en su contexto y sobretodo en cómo aprende. Cuál es su actitud, su aptitud, sus conocimientos previos (desde los que habrá que construir y/o deconstruir). No todos aprendemos igual por lo que utilizar un método en función a la forma de aprender y el contexto de cada estudiante es clave para conseguir un experiencia educativa significativa. Es decir, enseñar algo, que sea útil y solucione un problema a un estudiante (ya sea de conocimiento, información, how now, …).
A continuación, viene el punto por el que solemos empezar a la hora de diseñar las experiencias educativas. El análisis de las necesidades formativas. En ocasiones incluso empezamos por los contenidos, cometiendo un error de bulto. De estas necesidades construimos los objetivos (smart!) y las competencias que queremos adquieran nuestros estudiantes y que necesitan como herramientas para su día a día y solucionar el problema identificado en la investigación previa.
Es en este momento en el que ya podemos hablar de metodología de aprendizaje ya que nos lo habrá dado el estudio sobre quienes y cómo son y cómo aprenden nuestros estudiantes.
Tras definir la mejor metodología, ahora sí, es momento de hablar de los contenidos. Esto no es cuestión baladí, hablamos de una época en la que la información disponible y el nivel de impacto al que estamos expuestos es tantísimo que empieza a ser complejo el asunto de saber seleccionar bien el contenido que mejor se alinea a nuestros objetivos docentes. No obstante, siendo optimista: bendito problema. Para que un contenido cumpla los objetivos que buscamos debe ser:
- Resolver un problema o demanda de información.
- Enseñar una habilidad, competencia o conocimiento.
- Entretener, mantener la atención del usuario y engancharle.
Ahora volvamos a quién es el estudiante, cómo es su día a día, cuales son sus retos. De la investigación y de los contenidos seleccionados ya podemos hablar de formatos, podemos diseñar la experiencia más «palpable» lo visible. Podremos definir si vamos a utilizar estrategias de contenidos y microlearning, si usaremos podcast, vídeos, visual thinking, todo va a depender a su vez de cómo aprenden nuestros estudiante.

Como cierre te diré que todo esto es válido para hoy, para ahora, cómo una máquina de fotos este diseño de esta experiencia educativa te valdrá para el momento y para las personas que lo has diseñado. Tendrás que volver a iterar una y otra vez sobre ti mismo como profesional de la formación para poder desarrollar formación significativa en el marco del aprendizaje continuo: simplemente es aplicarse a uno mismo el lifelong learning.
Este post no es una guía blanca, ni mucho menos. Es una invitación a la investigación previa y sobretodo un llamamiento a no continuar construyendo la casa por el tejado.
Nunca más diseñemos experiencias educativas sin centrarnos en nuestros estudiantes.